
La CIE ha publicado su Memoria 2022 o su Informe General 2022, tanto monta, monta tanto. Se trata de una publicación cansina y plena de retahílas propias de patio de vecinos, en la que los cuchicheos brotan por todos lados y en la que se comentan citas impropias de una memoria de trabajo seria y profesional.
Un trabajo de ese tipo exige contenidos que no se pueden omitir, como es la partida de ingresos y gastos, cosa que la CIE no da a conocer desde hace treinta años, y que según la última publicación no tiene ningún interés en que se haga público el destino de tanto dinero percibido del Estado.
El canto a mí mismo de la CIE es una balada de plañideras huérfanas de todo. Un lloriqueo calculado que busca entorpecer cualquier intento de búsqueda de la verdad.
“Existo como soy, y con eso basta”, decía Whitman en su Canto a mí mismo. Una afirmación que bien podría aplicarse a la CIE y a todos sus miembros, pero a diferencia de Whitman, que fue sincero consigo mismo, los miembros de la CIE se mienten a sí mismos, a los propios musulmanes y a toda la sociedad en general.
Las cuentas de la CIE deben hacerse públicas. Los musulmanes y la sociedad en general tienen derecho a conocer qué hicieron y qué hacen sus miembros con el dinero que reciben del Estado y de otras instituciones públicas.
Los organismos competentes deben actuar al respecto y obligar a esta efigie masónica a que publicite sus cuentas hasta el último céntimo.
Culpa de todo este silencio la tienen también aquellas federaciones que se sientan a la mesa de Adlbi y sus adláteres para recibir su mísera ración económica a cambio de quietud y silencio.
Los musulmanes de España, aquellos que aún gozan de salud física y mental, están obligados a reunir esfuerzos para que se produzcan los cambios necesarios para desmantelar el chiringuito de la CIE y el tufillo que le acompaña desde hace treinta años y que impregna el clima de la comunidad musulmana de España.
