
A todo esto contribuyen de manera eficaz aquellos que viven carentes de fe y aun así presumen de etiqueta musulmana, arrogándose conocimiento y presumiendo de tablas que no tienen. Ahora está de moda sumar y dar cargos a personas con nombres y apellidos árabes, y si sus preferencias sexuales casan con el ideario desplegado, mejor que mejor. Son el prototipo ideal para unos partidos que buscan modular tu pensamiento, de modo que llegarás a pensar que un niño y una niña son lo mismo. Que un hombre y una mujer es la misma cosa. Que contraer matrimonio entre hombres es algo “natural”, así como entre mujeres. Que llamar mamá, mamá es lo mismo que llamar mamá y papá. Que llamar papá y papá es lo mismo que llamar papá y mamá. Y así, poco a poco, te llevarán a un laberinto del que solo podrás salir hasta que renueves con ellos tu voto de fe. Tu desorientación será de tal magnitud que criar y educar a tus hijos conforme a las tradiciones recibidas será una tarea muy difícil, por no decir imposible.
Ceuta, con más de 65 entidades religiosas musulmanas inscritas en el Ministerio de Justicia, lidera un listado incongruente, inútil e ineficaz en todos los aspectos sociales que puedan plantearse en cualquier situación de participación ciudadana.
A excepción de los tímidos actos de Al Idrisi, siempre calculados y bendecidos por la curia del PP ceutí, las demás asociaciones brillan por su ausencia y actividad social y cultural, abstraídas todas ellas en diminutos círculos de silencio, y que únicamente aparecen cuando se acercan tiempos de cobrar prebendas y subvenciones.
UCIDE, CIE, LUNA BLANCA…son entidades que se sobreponen una y otra vez a su propia mutilación fundacional, chapoteando en un charco de obediencia y plena subordinación a quienes les conceden suculentas subvenciones sin que exista ni un ápice de transparencia sobre qué destino toma tanto dinero público.
Su nula actividad cultural y socio religiosa, su vergonzante y endémico silencio ante los muchos problemas que acucian al colectivo musulmán, simboliza la frivolidad y fragilidad de sus propias almas, así como la mísera debilidad de sus convicciones civiles y religiosas.
En Melilla algunas asociaciones religiosas musulmanas se han posicionado en contra de ciertas disposiciones educativas que intentan conculcar a los pequeños valores que contradicen principios musulmanes; en Ceuta, en cambio, ninguna asociación se ha pronunciado al respecto. Les da igual. La consigna es no enfadar a quienes pueden proveerles de bendiciones económicas.
Mientras ellos siguen en sus madrigueras, los musulmanes son atraídos por partidos políticos supuestamente de izquierda, en los que se les brinda espacios de participación y protagonismo, que les seducen y llevan a defender las siglas de un partido, en cuya agenda política y programática se incluyen aspectos que pueden ser contrarios, no sólo a los derechos religiosos y culturales de los musulmanes como el derecho a recibir educación religiosa en la escuela que pagamos todos, sino a algunos de los principios y valores que defiende el Islam, como por ejemplo el derecho a la vida en contraposición a la ley de la eutanasia o a una despenalización sin restricciones del aborto, sin olvidar las últimas secuencias relacionadas con los colectivos LGTB.
Qué duda cabe que una parte importante de la derecha es islamófoba y ciertos sectores del catolicismo identitario también. Tan solo hay que deambular por las diferentes ediciones digitales de revistas católicas, cuya vinculación con las altas jerarquías de la Iglesia es evidente (por ejemplo, el caso de la revista Religión en Libertad) para darse cuenta de ello.
Pero no es menos cierto, que la izquierda con sus actuales dogmas morales y sociales, se presenta en la sociedad como una pseudoreligión materialista, que desde un supremacismo moral, estipula las nuevas categorías de lo lícito, ilícito, recomendable o desaconsejable, y que deviene también, de facto, islamófoba por religiofóbica.
El laicismo de la izquierda nunca ha sido neutral y siempre ha pretendido suprimir la religión del espacio público. No obstante, a dicho laicismo se le ha unido una corriente de pensamiento feminista materialista bastante supremacista, que ha generado lo que se ha convenido en denominar "ideología de género". Así pues, la izquierda religiofóbica, que acabará, si no presentamos resistencia alguna, con la eliminación definitiva de las clases de religión de la escuela pública y concertada, ha devenido en pseudoreligión supremacista que propugna el adoctrinamiento, dentro del espacio educativo, de ciertos valores que ponen en jaque el concepto de familia y la ética sexual tal y como se ha transmitido y se preconiza en las tradiciones abrahámicas.
En la izquierda anidan determinados “tics” que generan ciertas contradicciones internas en quienes se detienen a reflexionar sin prisas. Un trato receloso en relación al hecho religioso, que contraviene “los nuevos valores”, pues la izquierda es conocedora de que la religión se opone a las nuevas formas de categorización del género, de la sexualidad y de la familia. Por ello, y entre otras razones, como la izquierda es también, firme adalid del pensamiento ilustrado, la religión es considerada atávica y un lastre para la libertad de los individuos, y un obstáculo a la imposición de su nuevo modelo social. Una forma de vida inspirada en un feminismo extremista y sectario, en el que el género y la orientación sexual son considerados como sólidos andamios sociales, en clara contraposición a la idea de que la religión es producto y consecuencia de fundamentos biológicos que responden a un diseño divino.
Su modelo de vida descrito, de manera interesada para poder impulsar su ideario, es el de una sociedad atravesada por un heteropatriarcado, violento, aterrador y perpetuador de una masculinidad tóxica, que en tanto que heteronormativa, oprime a las mujeres y a toda la disidencia y diversidad sexoafectiva. La Revelación queda pues, señalada como misógina y homófoba, y los hombres y las mujeres quedan enfrentados.
Visión que contrasta con la que propone el Islam a través del sagrado Corán, en un marco de respeto y cooperación necesarios para que haya equilibrio en una sociedad virtuosa.
Con una CIE aquejada de una mudez patológica, incapaz de emitir un solo criterio sobre todo lo que se viene aprobando en pro de una sociedad igualitaria y enfrentada, en la que educar a los hijos se ha convertido en una tarea titánica, no queda más que blindar las enseñanzas tradicionales para proteger el modelo de vida por quienes optaron por el Islam como religión y modo de vida, todo ello enmarcado en una sociedad democrática y diversa.
Tanto derecho tienen aquellos que deciden por la opción de no a la religión, como aquellos que deciden sí a la religión. Hay que legislar para ambas opciones, no solo para una.
Son tiempos propicios para que el colectivo musulmán inicie una reflexión tranquila y serena sobre todos los cambios que vienen produciéndose en la sociedad en la que participan, de modo que cuando se alcance época electoral se tenga muy claro a quién o a quiénes se va a conceder el voto, así haciéndolo de manera juiciosa, para evitar ser cómplices de grupos y partidos que con sus políticas erosionan la fe de los musulmanes y convulsionan los principios más básicos de una sociedad participativa y plural.
Vota con criterio. No seas cómplice.